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No seguimos modas, creamos historias
Empezaron vendiendo relojes en un bote del puerto y hoy su joyería tiene 130 años: “No seguimos modas, creamos historias” Un viaje por la historia de la joyería a través de cuatro generaciones que han sabido adaptarse a los nuevos tiempos sin perder el alma artesanal que los define En el corazón de Barcelona, joyería J.Roca lleva más de 130 años dedicándose a un oficio que mezcla técnica, paciencia y sensibilidad. Lo que empezó como la aventura personal de un joven con ganas de cambiar su destino se ha convertido en una historia familiar que se escribe a través de anillos, broches, pulseras, collares y mucho más. Desde 1888, cuatro generaciones han dado forma a esta joyería que ha evolucionado sin perder lo esencial: la dedicación al oficio, el compromiso con la calidad y un trato cercano que no entiende de prisas. Todo empezó con una pequeña aventura y una gran intuición. Con tan solo 14 años, Jacinto Roca decidió embarcarse rumbo a las Américas en busca de oportunidades. A su regreso, y con lo poco que había podido ahorrar, se lanzó al mundo de la relojería y la joyería. Por aquel entonces, los barcos americanos llegaban al puerto de Barcelona, y Jacinto supo aprovechar el momento: vendía relojes de oro desde su bote de remos con un sistema de pago a plazos que, para la época, era muy innovador. Gracias al éxito de aquel primer negocio, abrió su primera tienda en el Carrer Ample. Con el tiempo, su hijo Rogelio Roca Plans tomó las riendas y decidió orientar el negocio más hacia la joyería, trasladando el local a la Rambla del Centro. Pero el gran salto llegó en los años 30, cuando se instaló en el Passeig de Gràcia —cuando aún era una avenida tranquila y sin tiendas— y encargó al arquitecto Josep Lluís Sert una fachada racionalista que marcó toda una época. Hoy, la cuarta generación, liderada por los hermanos Rogelio y Jacinto Roca Millet, continúa con la misma filosofía: crear joyas que hablen de quien las lleva, que tengan un valor más allá de lo estético. “Somos una joyería muy contemporánea, pero con un espíritu que respira mucho de los años 30 y 40”, explican. No es casualidad: esa influencia está presente en los volúmenes, las formas y en una elegancia que no depende de las modas. Ahora, el taller se encuentra en el Passatge Lluís Pellicer, un espacio que combina la intimidad de una joyería de autor con la calidez de una galería de arte. Aquí, las piezas se diseñan con mimo, se modelan con tecnología 3D —para que el cliente pueda ver cómo será su joya antes de fabricarla— y se elaboran con el mismo cuidado que hace un siglo. Porque si algo no ha cambiado es la manera de trabajar: todo se hace en casa, sin delegar procesos, con una supervisión minuciosa desde el primer trazo hasta el último pulido. Pulseras anchas con piedras preciosas —turmalinas, rubíes, zafiros, peridotos—, pendientes de perlas o gemas…